Antes de comenzar a arrastrar el “lapicero” y permitirme redactar sobre el vínculo afectivo entre padres e hijas, quiero citar los dos siguientes
conceptos RELACIÓN y FUNCIONAL.
El primero dice ser “trato o unión de dos personas o más”. El segundo
“tener una utilidad eminentemente práctica”. Con estas dos importantes ideas
puedo empezar a explicar la Relación
Funcional y decir cuáles son las causas de este importante fenómeno del vínculo
sano entre Padre e Hija. Este vínculo sano puede contribuir siempre y cuando la
paternidad sea comprometida afectivamente, empática y de acompañamiento, todo
esto valida y resignifica a nuestra hija en su proceso como mujer autónoma e
independiente.
Ser Padre demanda recordar
el jugar (porque algunas vez fuimos niños), en el juego se expresan
sentimientos y pensamientos, con ello aprendemos a ir conociendo y aprendiendo cómo
reacciona nuestra hija, así como se fortalece el vínculo sano entre ambos. Algunos
comentan: “que la relación con su hija constituye un auténtico desafío”, tal
vez tengan razón, muchas veces no nos atrevemos a sumergirnos a ese mundo de la
paternidad congruente, de ternura, de paciencia, de sonreír, de jugar a la
comidita, de cargar un muñeco y darle el pecho, etc. Como psicólogo, puedo
comentar que el padre es el primer modelo del sexo opuesto y la relación afectiva que se creará
en la niña y su concepto de mujer favorecerá o afectará a la manera en que se
relacionará con otros hombres a lo largo de su vida adulta.
Concluyo diciendo que las relaciones funcionales entre padre e hija es el producto del
sistema de creencias de cada padre y que esto se pasa a la siguiente línea familiar. El padre crea pero también cría, el padre
forma con la razón pero también humaniza con el corazón.
Victor Garcia
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