Las y los hijas(os) en la primera infancia que abarca de los 0 a los
5 años de edad cronológica se ven reflejadas(os) en nuestra mirar adulto. De Papá
y mamá es de quien depende devolver la imagen sensorial más positiva, cálida y de
acompañamiento para ellas(os).
No hace muchas primaveras u otoños da la casualidad que nos regocijábamos
en ser adolescente y un poquito antes en disfrutar que fuimos niñas(os). Imaginemos
o es más recordemos por unos instantes cuando no sabíamos hablar o el
significado de algunas palabras ni las entenderíamos con claridad lo que nos decían.
Cuando papá o mamá nos hablaban, las palabras nos tocaban y las hacíamos nuestras
a través de las sensaciones que nos producían, que nos proporcionan bienestar o
no. De igual forma nos sucedía con la mirada; cuando con detenimiento (como la
hace un investigador) mirábamos a Papá o Mamá, y ellos sin querer se daban
cuenta y nos devolvían una tierna y alegre mirada, advertíamos sensaciones con
las que nos sentíamos descubiertas(os), chiveadas(os), alegres y
acompañadas(os)…. Esa forma de mirar se
fusionaba con la nuestra y convertían en un reflejo que nos devolvía imágenes de
nosotras(os) mismas(os) y de cómo entender al mundo que nos rodea.
A través de esas miradas (reconocimiento) y esas palabras
(validación) de acompañamiento, paso a pasito fuimos elaborando los cimientos de nuestra autoimagen y autoconcepto ingredientes de mucha importancia y esenciales para la
autoestima. Cuando Papá o Mamá nos decían
o dicen “te amo” en un tono cálido y
con mirada alegre, fuimos haciéndolo nuestro e interiorizando paso a pasito
algo agradable de nosotros mismos. La mirada
de Papá y Mamá es el reflejo en que las y los niñas(os) se observan. La imagen
que les brindamos de ellas y ellos mismas(os) y del entorno que les acompañara
por siempre.
Psic. Víctor García
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